El factor hídrico vuelve a ser clave en esta campaña que estará marcada por una reducción de entre el 30 y el 50% de la cosecha, en un año en que, por otro lado, la calidad sanitaria de la uva es muy elevada

L’Olivera ha inaugurado la vendimia 2023. El 21 de agosto ha sido la fecha en que se ha empezado a recoger las variedades de maduración más temprana, en una campaña que llega marcada por la sequía acumulada de los dos últimos años. La ausencia de lluvias y nevadas de otoño, sumada a la sequía que ya arrastraba del año anterior, han hecho aumentar el estrés hídrico de las plantas. Esto ha afectado en su desarrollo, dando como resultado una uva más pequeña y, en consecuencia, una reducción del rendimiento que, en el caso de L’Olivera, se prevé desigual.

Así, mientras las viñas ubicadas en los vertientes pueden llegar a sufrir un 50% de reducción de la producción, las fincas llanas situadas en terrazas abancaladas y los fondos de valle tendrán producciones razonables, de un 30% menos de rendimiento, teniendo en cuenta las condiciones de sequía de este año. En este sentido, el responsable de producción de L’Olivera, Pau Moragas, pone en valor la importancia de los márgenes de piedra seca como un elemento que adapta el paisaje a la escasez de agua propia de la zona. «Tenemos viñas resilientes por este paisaje que nos esforzamos en mantener», explica.

Como contrapartida, la escasa humedad ha hecho que la viña no se haya visto afectada por enfermedades fúngicas y, por lo tanto, se espera mucha sanidad y una uva de mucha calidad. Será necesario ver como evoluciona la meteorología de estos días, que marcarán la evolución de la maduración de la uva y la temporalidad de esta campaña.

No obstante, en una reflexión más ámplia, este panorama, que se dibuja difícil en los próximos años por la escasez de agua, plantea diferentes retos: por un lado, de modelo productivo, con variedades adaptadas a las condiciones del paisaje i, por otro, de precio. «Necesitamos traducir el esfuerzo y la calidad de la viticultura en precios que permitan valorizar el trabajo de los viticultores, en las condiciones, cada vez más complicadas, en que se trabaja. Y necesitamos hacerlo entendible por la ciudadanía, no desde la queja, sinó desde la comprensión».

La vendimia en Can Calopa

En la viña de la masía Can Calopa de Dalt, en el Parque Natural de Collserola, en Barcelona, la situación es bastante similar. No obstante, a la sequía se le suma la presión de la fauna, sobre todo del jabalí, que desde hace años afecta la finca. A pesar de que se toman medidas, como la colocación de redes en la viña, la falta de control cinegético hace que las colonias de jabalíes lleguen cada vez a más territorio y la necesidad de buscar comida hace que los animales vulneren, sin problema, las redes que protegen la viña. Según el responsable de producción de Can Calopa, Íñigo Haughey, la afectación del jabalí supondrá la pérdida de entre un 15 y un 20% de la cosecha en la viña de Collserola.

No obstante, esta semana ha empezado la vendimia en Can Calopa, recogiendo cerca de 1200 kilos de Xarel·lo que servirán para elaborar un nuevo vino, el Vinyes de Barcelona blanco. Se trata del primer vino blanco de L’Olivera en Can Calopa, que sale de las viñas que se replantaron, en 2020, gracias a una campaña de micromecenazgo. Es, pues, la primera vendimia de esta nueva finca de Xarel·lo de la cual se espera que se obtengan unas 1000 botellas del nuevo vino de parcela blanco.