La sequía acumulada y los largos episodios de temperaturas excepcionalmente altas hacen bajar la producción en un año en que la arbequina de secano da aceites frescos, aromáticos y con más antioxidantes

Empieza la cosecha de la oliva arbequina en las fincas de L’Olivera en Vallbona de les Monges. Una cosecha que llega después de un año agrícola difícil, marcado por la sequía y por los largos episodios de temperaturas extremamente altas de este año. Episodios que han afectado especialmente en el cuajado del fruto, ya que fueron excepcionalmente fuertes durante los meses de mayo y junio, coincidiendo con el momento de la floración. Con todo, y a pesar de que el olivo es un cultivo perfectamente adaptado a las condiciones mediterráneas, se espera que la producción, en los cultivos de secano, caiga entre un 40 y un 60%, dependiendo de las fincas.

No obstante, la cara positiva es la elevada sanidad de los frutos, que en L’Olivera hemos decidido recoger de forma temprana con el fin de aprovechar el potencial de la oliva verde y obtener, este año, un perfil de aceite verde aromático, fresco y con un contenido más alto de polifenoles y antioxidantes.

En años como este, cuando todos los cultivos agrícolas de secano sufren, se abre un contexto de incremento de precios del aceite de oliva en toda Catalunya. En L’Olivera, no obstante, optamos por mantener el precio y absorber estas variaciones interanuales que son habituales en el cultivo del olivo y que nos conectan con esta idea de agricultura resistente que pone en valor la calidad del aceite y las derivadas positivas de tener esta agricultura de secano viva. Una agricultura que, más allá de contribuir a la economía productiva de un lugar, es un elemento clave para la gestión del paisaje, el mantenimiento del medio ambiente y la voluntad (necesaria) de hacer vivibles nuestros paisajes. Y ahora, más que nunca, necesitamos una ciudadanía que lo entienda, lo abrace y se convierta en cómplice de esta idea tozuda de habitar los paisajes.